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 Tenemos que hablar [Jane]

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Alec Vulturi

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MensajeTema: Tenemos que hablar [Jane]   Tenemos que hablar [Jane] Icon_minitimeMar Mayo 18, 2010 8:56 pm

Caminaba con paso lento, pero firme, por el gran jardín del castillo, mientras mi mente era inundada por pensamientos, todo el rato, llevaba una temporada que solo unos pensamientos pasaban por mi mente, la opinión de mi hermana Jane, aunque daba la impresión de que no, era muy importante para mi, y en el fondo, se que no lo decía pero un poco si que me afectaba la falta de conversación con ella, e incluso los piques y peleas que teníamos constantemente antaño, cuando mi mundo no estaba lleno de problemas, que se entremezclaban con la familia sobre todo. Toda mi familia que estaba peleada por un lado mi hermana Jane, y por otro lado mi esposa Ikaranai, no sabía exactamente que ocurría entre ellas dos, pero me producía muchos dolores de cabeza y constantes enfados y desquites con cualquier persona que se me cruzara cuando andaba de mal humor, que es como solía estar normalmente, y mas de lo normal, para ser sinceros.

Aunque pareciera algo muy extraño, estaba apunto de que mis sentimiento afloraran y explotara de golpe, y no seria una explosión de sentimentalismo precisamente, iba a explotar de una forma brutal, además no había quien me quitara el humor de “perros” que cargaba sobre mis hombros, Ikaranai lo había intentado, pero cada vez que de sus labios decía: “Tranquilo, ya verás como pronto será todo con Jane como antes”. Me ponía de un humor aun peor, ¿Por qué era yo el que me tenía que arrastrar e ir junto a ella? ¿Por qué la tenia que buscar yo para intentar solucionar las cosas? Yo lo único que había intentado era ser feliz formando una familia e intentando tener una buena existencia, ¿Por qué no podía colaborar ella en ello? Me enrabietaba que no estuviera por colaborar en mi intento de ser feliz, quizás asta ella podría ser feliz, llevarse bien con su cuñada tampoco era nada malo, a mi parecer.

Bueno la verdad es que no sabía que era exactamente lo que había mal entre ellas dos, por la parte de Ikaranai, siempre me decía que ella intentaba llevarse bien con Jane, pero que Jane se negaba en rotundo a tener una buena relación con ella, ¿Por qué? Eso era lo que estaba por averiguar, y tenía la intención de hacerlo inmediatamente.

La había citado en vernos en el jardín que tenía algo importante que hablar con ella, hacia tiempo que no hablaba con ella, lo cual no me pareció extraño por en un principio la cara que puso al oír mis palabras pero que cambio rápidamente, para mantener su facha de niña dura. Aun así, ella me dijo que iría pero que Ikaranai no se presentara y yo acepte encantado, es mas no iba a presentarse de todas maneras, era una conversación entre ella y yo, y no debía meterse nadie más, y aun menos Ikaranai, para empeorar el momento que íbamos a tener mi querida hermana Jane y yo.

La última conversación que tuvimos no acabo del todo bien, le deje bastante claro lo que pasaba o por lo menos por mi parte, pero no le di tiempo a decir lo que le ocurría con ella, porque me fui de su habitación, no sin antes oír el estruendo que armo, cuando hube salió, lanzando la caja de música de nuestra madre contra la pared y destrozándola por completo, ella sabía que eso que había echo había sido un tremendo error, pero no estaba en su cabeza el saber aceptar cuando no tenia la razón, siempre estaba dotada de la razón, porque su amplio razonamiento, y su gran inteligencia, pero ella sabia con exactitud que de razonamiento e inteligencia, no me iba a ganar, podía llegar a idear mucho planes y pensar cientos de cosas en una misma vez y no equivocarme en tan siquiera una, y realmente no era por presumir, pero ella sabia con exactitud que en ese terreno estando frente a mi no podía entrar porque tenia las de perder por todos lados. Y bueno lo que trata de los sentimientos… A ninguno de los dos nos gustaba ir a ese tema, ya pues los dos odiábamos y odiamos decir lo que sentimos, ambos pensamos que es un acto de los humanos para no sentirse solos, ya pues ellos necesita compañía para no morir, tan débiles e insignificantes que son.

Me senté en unos de los blancos bancos de mármol, del jardín, observando con fijeza un árbol que estaba frente a el, a la esposa del amo Aro, le encantaba plantar diversos árboles y la verdad es que a mi me servían para poder aislarme del mundo exterior con solo quedarme a observarlos unos cuantos minutos en soledad y un silencio sepulcral.

Recordaba que en el preciso banco que había elegido, Jane y yo habíamos tenido nuestra última pelea de hermanos, como una simple broma e intentando ganarnos en el zona intelectual y ella… Por una vez me había derrotado, yo tenia mejores cosas en las que pensar pero ella lo había conseguido y en el fondo me había dolido, una derrota era una derrota, y me dolían.

Observé la puerta por la que dentro de unos minutos aparecería Jane, mi hermana, para poder terminar nuestra conversación y poner ambos las cartas sobre la mesa y hablar como, hermanos y vampiros civilizados que éramos.
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Jane A. Volturi

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MensajeTema: Re: Tenemos que hablar [Jane]   Tenemos que hablar [Jane] Icon_minitimeMar Mayo 18, 2010 10:28 pm

Sólo se oía el débil murmullo de mis zapatos al fundirse con el suelo. Eternamente silente; casi agónico. Hoy, mañana, pasado mañana, ¿Qué más daba? El tiempo no se detiene. Ni por nada ni por nadie. Lo tenía asumido cuando sucedió. En cambio parece que hayan pasado milenios en menos de una milésima de segundo. Ya nadie me acompaña salvo el dolor que se ha instalado en mí desde aquel día. Vil parásito; era peor que un licántropo en celo.
Porque ese día, ese maldito día, me despojaste de la única fuente inagotable de fuerzas que tenía en mi vida. Rompiste mi caleidoscopio de esperanzas futuras, convirtiéndolo en añicos puntiagudos como una lluvia de estrellas fugaces al chocar contra el mecer del cristalino mar en calma. Y me hirieron, no sabes de qué manera. Se colaron en mi carne dispuestos a dar en el blanco perfecto. Odié sentirme así, odié sentir en resumidas cuentas, porque yo era impenetrable y no iba a permitir que nadie –incluso tú- me hiciese sentir así. Por ello lo hice, el recuerdo de madre tuvo que ser mi cabeza de turco, porque me recordaba mi niñez, la pureza que antes reflejaban mis ojos…tu voz cuando era bálsamo para mis heridas internas y tus brazos que aunque no fuertes, siempre habían transmitido seguridad. Él siempre fue mi pilar. Recto, sereno e inalterable. El viento azotó mis cabellos, coloqué la capucha sobre ellos y torcí la esquina.
Así que esa noche, a escasos segundos de que nuestra vida teñida de monótono negro y sangre comenzase, cuando ví el cuerpo de Alec maniatado, consumiéndose por el fuego, chillé con impotencia por primera y última vez. Queriendo ser fuerte. Quise hacer sufrir a los malhechores que se atrevieron a condenarnos injustamente, que sufriesen. Quise ver su sangre derramarse y que en sus rostros se dibujaran muecas de dolor. Quise proteger y no ser la protegida. Quise ser el caballero y no la princesa. Y no volví a ser la misma.

Recordaba con miseria y con culpa los momentos que pasamos de pequeños, en el campo empapados sin movernos, sin hablarnos, sólo disfrutando del silencio del otro. No quería seguir sintiendo aquello, era mucho mejor no sentir nada, no me hacía pensar en lo que no quería. Me tragué todos aquellos sentimientos mientras bajaba hacia mi San Martín, uno por uno.
Frente a él no podía mostrar ni la más mínima debilidad porque me apuñalaría, me heriría aún más y me había jurado que jamás iba a volver a perder contra él, jamás. Aunque ya parecía hora de madurar a tales alturas, puesto que llevábamos sin hablar tantos meses…pero estaba convencida de que era lo correcto, el seguir así. Porque sentía un vacío si no estaba conmigo pero era orgullosa ante todo. Sin importar nada ni nadie. Incluso él.

Comencé a bajar la escalinata, extrañamente sin portar las vestimentas Vulturi que siempre adoraba en lucir. Esta vez era un vestido de color negro también, gregoriano, con bastante encaje y que realzaba mi poco formada figura y la luminosidad oscura de mis orbes escarlata. Era grácil, como un murciélago; sigilosa como una nota silente; letal como una ruleta rusa falta de suerte…Jane Vulturi, por definición.

Una mujer que me había distanciado aún más de él me vino a la mente y me mordí el labio inferior como reproche, para alejarla de mí de inmediato. No la quería en mi vida ni para mal. No le deseaba ningún mal porque me era exactamente indiferente; sólo quería que siguiese con su maldito camino y yo con el mío. Él la había elegido después de todo, no se podía poseer absoluto el planeta ni condicionar las relaciones con los demás. Una cosa por otra además de que no tenía ningún interés para mí. Demasiado corta de mente.

Abrí la puerta que daba a los jardines de golpe, sutil pero con aire ciertamente impenetrable y busqué en una milésima de segundo a mi hermano, sentado en aquel banco…el que una vez fue nuestro banco. Alcé más la mirada y me dirigí hacia él sin ningún titubeo, recia en gesto y andares mientras su efluvio me iba embriagando. Mi hermano siempre había olido a Otoño y yo a musgo…sería herencia del Bosque que rondábamos de niños.
No le di tiempo a explicarse, ni siquiera a levantarse y ya le estaba clavando mi mirada cuan puñal traicionero y afilado, aparentemente preparada para que mi lengua viperina comenzase a objetar y argumentar con inteligencia. Pero no.

-Escúchame. No interrumpas.-le ordené sin importarme si le agradaba acatar órdenes mías o no. ¿Quería aclararlo? Pues como siempre, sería a mi manera pues si no,no iba a conseguir nada.-Lo comento especialmente, porque quizás no quieras contestar o rebatir nada.-añadí en un siseo frío y manipulador, parecía estar tratando a un vampiro cualquiera en vez de a mi hermano. Me detuve y quise helarle la sangre con la mirada, sin efecto supongo. Pero daba la impresión de que fuese lo que fuera a decir, no era cuestionable. Preferí comenzar a culparle.-Si cuando el mecanismo no se había puesto en marcha todavía hubieras gritado mi nombre; entonces...Los engranajes chirriarían y se moverían. Todo giraría en su eje. No fue así. Ahora, simplemente, el tiempo pasa y no se puede hacer nada por remediarlo.-no sabía si me comprendería muy bien, por lo que proseguí. Odiaba la palabrería tanto como él pero había que hacerlo y no me quería poner sentimental porque no lo era.-Quieres que te explique por qué no acepto a tu familia, así que te pregunto yo antes, ¿Y por qué tú no me aceptas a mí? Es muy fácil: No te agrada como actúo. Pues lo mismo hermano, lo mismo con ellos.-no volvería a llamarle Alec jamás, me daba la impresión.-No los he elegido, no los quiero en mi vida y debes comprenderlo. No les odio, no siento nada por ellos, aunque mis sobrinos siempre tendrán mi protección. ¿Por qué? Te lo voy a explicar ahora mismo: Son unos completos extraños para mí. –le encaré aún más si se podía.-Antes éramos uno, ahora somos tropecientos y un poco más, ¿Qué nos ha pasado?¿Qué ha sido de nosotros? Ni lo sé ni me importa. Sólo quiero dejar de hacer sufrir a la única persona que ha comprendido, al menos hasta la fecha, un poco cómo soy y me importa bien poco lo que sienta mi corazón marchito, si es que sigo teniendo. No es importante, ni lo será.-me detuve a coger aliento, un tic que tenía de mi asquerosa vida como mortal.-No soy nada para tí, lo acepto. Te diría que me parece bien si así lo sintiera, pero no. Aquel día te marchaste, dejando muy claro a quien preferías, lo respeto. Pero no me vengas a llamar para que hablemos y seamos todos una familia feliz. Porque yo no quiero serlo. No quiero ser feliz.-terminé por primera y última vez agachando la mirada y enterrándola en el suelo, sintiéndome superior aun así. No quería que supiese lo que me habían dolido aquellas palabras porque me empeñaba en que no era importante; pero habían dolido, casi como la imagen de su ser consumiéndose entre las llamas-.

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Alec Vulturi

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MensajeTema: Re: Tenemos que hablar [Jane]   Tenemos que hablar [Jane] Icon_minitimeMiér Mayo 19, 2010 4:48 pm

Escuchaba el murmullo de las hojas, por el vago movimiento de la brisa del Volterra, con sus suaves idas y venidas, cerré los ojos recordando todos los momentos pasado con ella, todos aquello recuerdos que mantenía vives en mim mente guardados con celo como si de un gran tesoro se trataran, aunque solo eran unos imples recuerdos a la vista de los demas, para mí, no solo eran recuerdos, eran mis recuerdos y en ello se basaba la gran diferencia.

Recordaba mis endebles brazos y mi tono calmado, con el que siempre le defendia y siempre estaba a su lado. Intentaba defenderla sin importarme poner mi vida de por medio si eso me era necesario, porque yo debia protegerla. Como los demas niños le dirigian miradas de asco y desprecio, y como yo la intentaba tranquilizar para que no causase ningún dolor ni molestia a los demás niños por desprecio hacia nosotros, habia que aprender a vivir con el que saber que teniamos un don, y que eramos en muchos sentidos mejores que ellos sin duda alguna.

Abrí los ojos y dirigí la mirada hacia el oscuro cielo, que se habia tornado en escasos minutos de un profundo y oscuro azul que invadia todo con una gran y silenciosa oscuridad, de no ser porque las estrellas galopaban el cielo dandole un apédice de luz a la oscura noche.

La oscuridad me recordó aquella noche… Aquella noche en al que perdimos toda nuestra inocencia e infancia… Aquella noche que a mi hermana y a mi nos cambió la vida para siempre, y sabía que desde aquel momento nuestra vida daría un cambio radical y que mi vida cambiaría para siempre…

Atado sintiéndo un profundo y agonizante dolor por todo el cuerpoque recorria cada músculo de mi ser, sintiendo como mi cuerpo se estremecia por el intenso dolor, pero de mi boca no salía el mínimo sonido, grito o articulacion de alguna breve palabra, aunque en el fondo quería gritar, pero me esforzaba más en el intento de abrir los ojos, y poder ver a mi hermana Jane.

Escuchaba sus gritos, pero no de dolor, eran más de sufrimiento, y notaba sus cálidas manos tocar mi rostro. Sus gritos se metían en mi cabeza y rebotaban como si de una pelota perdida se tratara. Hubo un silencio sepultural, y un golp me hizo saber que ya no ibamos a estar juntos toda la vida, más bien desde aquel día aquella palabra se nos hacía insignificate y débil aquella palabra se tornaría con otra… Existencia.

El primer rostro que vi fue el de ella, mi hermana, aun habiendo sido atacada-como pensé en aquel momento-después de mí, había “despertado” antes y me observaba con gesto de preocupación, pero que enseguida cambió a un gesto neutro y de indiferencia. Pero aun así seguía siendo ella, mi hermana, la que siempre intenté proteger y que en el momento que realmente me necesitaba, no la pude proteger y que por mi culpa ahora estaba condenada, ya no iba a poder crecer-fisicamente-, tener amigos-aunque solo nos teníamos en realidad el uno al otro-, poder tener una vida normal como la de cualquier simple humano.

Y ahí, fue el justo momento en que me gustaría haber podido para el tiempo, el momento en el que ella y yo eramos hermanos, no teníaos problemas, aun siendo vampiros, nos comportabamos como niños, porque en realidad eramos eso, unos niños que les habian arrebatado la infancia con mucha rapidez y antelación. Aunque nuestros cuerpos se hubieran congelado y pareciéramos las misma personas todos los años, nosotros estabamos cambiando, Jane se había vuelto más fría, calculadora, y cruel. Mientras que yo, me distraía, con facilidad, pero había ganado ciertos dotes en la lucha, mi inteligencia era superior a muchos de la guardia-porque no decir de la mayoria-, y había aprendido a utilizar mi don con más soltura y profesionalidad. Pero aun así, nada entre ella y yo había cambiado, no necesitaba mi protección pero yo aun así, se la seguía ofreciendo como si mi existencia no fuera para otra cosa, solo para poder pagar mi deuda y el no haberla podido proteger, aunque ahora pensaba que esto fue lo mejor que nos podía haber pasado, ahora no estaba del todo seguro de nuevo…

Como no yo crecía mentalmente al igual que ella, siempre ibamos juntos, pero hasta que en mi vida llegaron las mujeres, nos abía que sería así, pero me llamaban realmente mucho la atencion, sobre todo las mujeres humanas, pero las vampiras tampoco esque me desagradaban, era uno de los vampiros que sentía cosas por otros con mucha rapidez, pero que tardaba mucho en saber si era eso exactamente, y al final lo encontré me casé y tube hijos… Pero de haber sabido que las cosas con mi hermana iban a ir de esa forma, sería capaz de jurar que jamás me hubiera acercado ni un milímetro a ninguna otra persona.

Moví los brazos, situando, cada uno a un lado de mi cuerpo, mientras retiraba la mirada hacia la luna, tan brillante como la de esta noche, aunque esta noche estaba más brillante que ninguna otra, era un luna llena que fascinaría a cualquiera de noser, porque yo ya había visto demasiadas veces la luna y al fin y al cabo siempre era la misma no cambiaba tanto.

Escuché el chirriante ruido que emitía la puerta que daba al jardín, miré hacia la puerta y salía ella, mi hermana, llevaba una larga temporada llamándola Jane, pero creo que volvería de nuevo a como antes, y aunque las cosas nose arreglaran hermana, sería como la llamaría, y sin importarme lo que me dijeran los demás, de mis cambios de humor, o si lo hacían debían de estar preparados, pero no solía contar hasta tres, precisamente.

Cuando hubo llegado hasta mi posición se quedó depie delante mio, y yo le dirigí una mirada, dispuesto a saludarla, pero cuando fui a abrir la boca, me calló instantáneamente, por buena camino vamos, pensé con ironía. Me quedé allí sentado observándola e intentando asimilar cada una de sus palabras, cogiendolas al vuelo, para poder pensar una buena respuesta. La escuché e hice un gesto quedado con la cabeza cuando hubo acabado, quedándome raramente extrañado, al verla bajar la cabeza cuando hubo terminado de hablar, pero eso fue lo que me aseguró que no tenía nada más que agregar a lo dicho.

La verdad esque sus palabras en un principio se me hicieron dificiles de comprender, pero poco después comprendí cada palabra que decía, y me quedé mirándola un tanto sorprendido, asi… ¿Se sentia? ¿Me estaba diciendo realmente lo que sentia?

-Si es realmente lo que piensas dudo mucho que yo pueda hacer algo-dije serio-aunque la verdad esque me resulta gratificante, que no alargues mucho la tortura y vallas directamente al tema que es de mi interes.

Puse los ojos en blanco cuando bajaba la mirada, entre que me resultaba extraño y que ella yo ya suponía que sabía que odiaba que no me miraran, si no era a los ojos que solamente me miraran cuando mantenia una conversacion, y aun más de aquel calibre.

-Es como un tira y afloja a mi parecer, ellos aguantan tu forma de ser, tus cambios de humor, incluso les agradaba como actuabas, asta que llegaste hasta este punto en el que ya no parecer haber un retorno.-me quedé observándola en silencio dispuesto a seguir-No los conoces porque no das aunque sea una pequeña oportunidad para poder llegar a conocerlos, y creo que esa pregunta te la deberías hacer a ti misma, ¿Qué nos a pasado?-le repetí yo entonces.

Sin saber, el porque me levanté, y pasé mis brazos por encima de sus hombros, abrazándola, no sabái con exactitud porque aquel gesto por mi parte, pero no pude evitarlo, fue como algo que necesitaba desde hacia tiempo, y al fin ella quisiera o no, me importaba bien como si me alejaba de ella, pero habia conseguido lo que quería y lo demás no me importaba.

-¿Crees que no eres importante para mi?-le pregunte serio-sigues siendo mi hermana, y no solo por eso lo eres…
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Jane A. Volturi

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MensajeTema: Re: Tenemos que hablar [Jane]   Tenemos que hablar [Jane] Icon_minitimeMiér Mayo 19, 2010 10:17 pm

Oscuridad. Por mi mente circularon diversos recuerdos difusos, que parecían pertenecer a mi más interno subconsciente. Una calle ancha, más bien un camino empedrado bastante céntrico de nuestra antigua ciudad; en ella, la multitud se agolpaba en los bordes para poder contemplar cómo aquellos “hechiceros” –que ellos denominaban- eran conducidos al que debía de ser, en un principio, su San Martín. Un chico de cabello oscuro y una joven de aspecto quizás más frágil, debido a el refulgir de su propio pelo y la pulcritud que parecía emanar su tez. Eran hermosos, nadie habría podido negarlo y muchos de los que antes jugaban con ellos, en aquel momento sólo les dedicaban palabras de puro desprecio, lo que no parecía importarles.
Impasibles caminando hacia su final, con las falanges de los dedos entrelazadas con firmeza mas con holgura, aparentemente despreocupados. Él miraba hacia al frente sin ninguna emoción en el rostro, pero en el fondo preocupado por su acompañante y ella alzaba la mirada altiva, llena de desprecio hacia quienes los condenaban, intentando reprimir en balde las perlas acuosas que resbalaban por su aún sonrosadas mejillas. Se giró hacia ella, sonrió: “Sobreviviremos, Jane.” “No mantengas vivas mis esperanzas, por favor.” Repuso ella. Y así, juntos hacia la muerte, como también vinieron al mundo.
Pareció por un momento que mis orbes volvían a refulgir cristalinos ante tal recuerdo, pero sólo era producto de las imaginaciones más soñadoras; siguieron opacos como desde aquel fatídico momento en el que perdí la consciencia debido al dolor producido por un “par de agujas” clavadas en mi fino cuello con ferocidad. Después no recordaba nada hasta ver reflejada mi propia mirada en la de mi hermano; por una vez siguió humana, pero sólo por un instante ya que a la vez que el color, todo en ella había vuelto a nacer. Preocupación, luego frialdad y por último olvido auto-impuesto. Olvido arraigado en mis carnes hasta tal instante en el que mi hermano volvió a abrazarme como antes. A mí…a Jane.

No le importaba que yo me sintiera mal ante tal acto, su premura le delataba. Claro que si no, podía haberme apartado. Por esta vez había sido más que directa, no merecía la pena prolongar el dolor y todo dejaría de ser tan problemático mucho antes. ¿Sus palabras al respecto de ellos? No las había escuchado, me daban igual.
Me quedé así, mientras él me abrazaba por vez primera en casi que demasiado tiempo. Nunca había sido tan osada como para pedírselo; bueno, lo había sido pero no lo había creído correcto. Nosotros no éramos de profesar sentimientos el uno por el otro muy a menudo y menos en público. No podía corresponderle a aquello, me costaba demasiado pero en el fondo, estaba agradecida. Sí, yo, agradecida…por él no me importaba rebajarme a tal sentimiento.
Por inercia, apoyé mi mentón en su hombro y mantuve mi mirada fija en algún punto de la nada, gélida y distante como acostumbraba ser. Era su hermana. Era su mitad. Era la mujer que nunca crecería, la que permanecería imperecedera a su lado. La que velaba por él cada día y cada noche desde la más profunda inemotividad. Y por ello sólo pedía una cosa a cambio, quizás un precio algo alto pero que él bien podía pagar.

Me comencé a apartar de él y le rocé la oreja con la punta de mi nariz sin querer, helada.
Deshice la unión sin ninguna prisa y cuando pareció que iba a quedarme así, entrelacé mi mano izquierda con su derecha, para que notase el suave tacto de mi piel, mortíferamente suave mientras volvía a encararle con mis dos rubís. Segura de mí misma una innumerable vez más.
La noche se cernía cerrada sobre nuestras cabezas con aire lúgubre, el viento despeinaba tenue los cabellos de ambos y parecía querer jugar con nuestras vestimentas. Malvado; creía ser capaz de poder inmutarnos. Y se equivocaba. Mucho.
Parpadeé ligeramente y me detuve a escuchar el silencio de nuestros corazones. La última ocasión en la que le había cogido de la mano, aún latían con furia y juventud. Ahora que la senectud había tenido que acabar con nuestra existencia humana, aún se alzaban nuestros cuerpos sobre la hierba, perennes y vigorosos. Pero la niña seguía con los ojos tristes y los del niño perdidos. ¿Qué nos ha pasado? Creo que lo sé.

-Nos ha pasado el tiempo. Y la elegiste a ella.-mis palabras adquirieron un deje grave al instante, encarándole con más ímpetu que nunca.-¿Quién dijo que la melancolía es elegante? Con ese tiempo como aliado aprendí a conformarme. Aprendí que ya no volverías a mirarme como lo hacías antes, aprendí mucho…incluso a no sentir.-añadí tomándome mi tiempo para contestar, no me agradaba que jugaran conmigo y por su gesto él bien sabía que no me iba a tirar a sus brazos, así, a la primera. Como decían esos estúpidos humanos comúnmente: Había metido la pata hasta el fondo; cosa que no se arregla de un día para otro-.

Mi semblante se volvió aún más recio, mi mandíbula se tensó. Yo no podía darle más del cien por cien de lo que era, era sobrehumana pero todavía no había descubierto el don de clonar mi ser. Claro que tiempo al tiempo como quien dice.
El tiempo…ese falso embaucador que me había costado tanto. Debido a él ahora mi hermano se había distanciado, se había aburrido de mí, aunque ya había comenzado a estarlo en vida. Para mí era suficiente disfrutar de sus silencios pero no para él disfrutar de los míos; familia…desde que ellos entraron en su vida yo ya no era nada de él. Nada. Y lo ocultaba con inemotividad.

-Y lo peor es que me importa.-lancé al aire aferrando un poco más, sin darme cuenta, la mano de aquel muchacho que era el único capaz de comprenderme mínimamente, de ver más allá de todo lo que era. ¿Imposible? No, improbable.-Me importa quizás demasiado para mi gusto que la prefieras a ella. Yo nunca fui bastante para ti, nunca fui del todo buena. Pero ella tampoco.-puntualicé con la cabeza bien alta, orgullosa de mí misma en todo momento ya que era a lo poco que podía aferrarme y de lo que pudiera presumir: De mi maravilloso e incomparable orgullo-.

Y como todo, efímero llegaría el día y moriría una vez más para seguirle la noche, para que de nuevo el albor volviera a refulgir horas más tardes. La fugacidad de la vida no existía para nosotros. Para bien o para mal.
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Alec Vulturi

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MensajeTema: Re: Tenemos que hablar [Jane]   Tenemos que hablar [Jane] Icon_minitimeJue Mayo 20, 2010 4:04 pm

Sin saber el porque no quería separarme de ella, hacia ya largo tiempo, que no rodeaba a mi hermana con mis brazos, que aun siendo debiles en esta ocasión me estaban sirviendo par apoder acercar a mi hermana a mi, poder sentirla cera y no pensar en que algun dia nos volveriamos a separar, con alguna de nuestra estupidas peleas de nuevo, y que este abrazo se acabaría en breves, porque si no lo acababa ella lo haría yo, con tal de no expresar excesivo tiempo mis sentimiento hacia ella, el cariño que tenía hacia su persona, y lo extraño que me sentía al no estar tanto tiempo con ella, como antaño.

Noté su mentón firme sobre mi hombro, y sin saber el porque respiré profundamente, al menos este abrazo duraría unos instantes, aunque no estaba del todo seguro si había estado bien abrazarla despues de lo que habia dicho de mi familia, aunque por donde lo miraras ella tambien formaba parte de mi familia, pero bueno realmente hacia como que no me importaba, mas que hacer como que no me importaba quizas… Fuera verdad y no me importaba cuan se metiera con mi familia, pero no acababa de comprender el porque, si tanto luchaba porque entre ellos hubieran una buena relacion, no entendia porque me importaba mas bien poco que no se llevara bien con ellos en el fondo. Era algo extraño, e incluso un poco lioso, pero mi forma de pensar no era siempre como la de un humano, dejando aparte que no soy un humano, era mas compleja y por aquello me gustaba darle muchas vueltas a las cosas, aunque la decisión fuera fácil.

Se separó de mi, y quedó de pie enfrete de mi, a poca distancia, entonces agarró mi mano, noté el frío de su mano, era suave, hacía mucho tiempo que no habíamos entrelazado nuestras menos, recordaba que de pequeños, cuando aun manteniamos nuestra vida humana, entrelazabamos nuestras manos, para volver a casa y ver a nuestra madre que nos recibia con una falsa sonrisa en su bello rostro, rostro que siempre me calmaba con solo una mirada o una caricia suya, con su gesto que infundía confianza plena en instantes, aquella era nuestra madre… La madre que vimos como era asesinada, por una persona que ahora nombramos como maestro y que nos salvó de la hoguerá, que nos dio una mejor vida, y es cierto sentido hizo lo que soñabamos hacer algún día con todos aquello ingratos y despreciables seres, que nos despreciaban sin razón lógica alguna, pero sus palabras eran más validas que las nuestras, sus palabras valían más que las de dos niños cualquierones acusados de brujería en aquella antigüa época, aquellos analfabetos estúpidos.

Apreté la mano que tenía libre con fuerza, tornando mi rostro aún más serio, y mirándo con fijeza a mi hermana que estaba frente a mí mirandome al igual que yo hacia.

El viento ahora arreciaba con más fuerza, ahora no era un leve murmullo el que se oía de las hojas de los árboles, con fuerza rugía el aire, y las ramas de los árboles se movian a su votuntad sin poder hacer nada contra el, simple y sencillamente se dejaban llevar por el, sin poder negarse, total, eran unos simples árboles con el aire enfurecido, parecía que se fuese a producir una batalla campal, quizás así fuese, por la mirada de mi hermana, no me pareció que la cosa mejorase, quizás algo si, pero no avanzaba mucho. Yo sabía con exactitud que con un simple abrazo y un eres importante para mi a mi hermana nose le podía comprar, en mas yo no iba a comprarla o intentar convencerla sobre mi familia, yo solo iba a intentar que aunque fuera la relacion de hermanos que habiamos mantenido viva durante tanto tiempo no muriese tan facilmente porque a mi por mi parte, no me iba a gustar mucho aquello.

Me quedé esperándo su respuesta, sobre la pregunta que le había efectuado, ¿Qué nos había pasado? Era un pregunta que quizás supiera yo responder por mi parte, pero ya que ella quería tambien al igual que yo saberlo, le devolví la pelota ardiendo.

Escuché cada una de sus palabras, con curiosidad, e intentando comprender el significado de lo que decía, en ocasiones su forma de hablar me resultaba dificil de comprender, cosa que no pudiera resolver con pensarme dos veces su respuesta y saber que responderle instantáneamente, siempre hablando de una forma tan paradógica y formal, pero siempre con significado en sus palabras, nunca pronunciaba una palabra en balde, y siempre muy segura de lo que decía.

-El tiempo… Aún que el tiempo nose nota en nuestro físico, realmente nos afecta como a cualquier humano, que ironía ¿no crees?-dije alzándo una ceja-.¿Aprendiste que no te miraría como antes? ¿Cómo te miraba antes, hermana? Siempre te e mirado con los mismo ojos, que aquel día que caminabamos juntos de la mano hacia nuestra perdición, hacia nuestra muerte, pero aun así enfrentando nuestro destino, enfrentándonos a el, juntos-dije mirándola son seriedad, que se reflejaba en la expresión de mi rostro y en mis propios ojos, que estaban de un color carmesí.

Estaba totalmente seguro de que mi hermana, no daría su brazo a torcer tan facilmente, que lucharía con uñas y dientes, pero aun así ella ya sabía de sobra que era realmente persistente, y que lo que me proponia… Rara vez no lo conseguía, aunque me costara mover cielo y tierra. Para mi, cada conversacion con ella, como para ella-estaba seguro-era una lucha constante, ninguno se rendía y luchaba hasta el final, para poder conseguir, mi propósito, y rara vez perdia contra ella, excepto en una ocasión que jamás olvidaría, y que siempre estaría en mi mente, marcado con fuego por haber sido derrotado por ella, precisamente por ella.
Aunque la verdad, esque cada conversación con ella, era más interesante que la anterior, y me llamaba más y más la atención, en aquel momento mientras la escuchaba fue como si el tiempo se detubiera en aquel preciso instante, y ni el aire circulara entre nosotros dos, mientras nuestras miradas se mantenían rígidas la una en al otra, sin ninguna ser retirada.

Apretó mi mano, y retiré la mirada de sus ojos, hasta posarle en nuestras manos que seguían entrelazadas y que parecían no poder separarse por estar imantadas o algo muy similar.

-Nose trata de quien en más buena de las dos… Las dos sois distintas, tú eres mi hermana, y siempre serás… Antes que ella-dije serio-.Hermana… Te voy a preguntar una cosa, y espero que me respondas con la verdad, que no intentes evadir la respuesta, ni irte por las ramas como quien no quiere la cosa.

Me quedé entonces mirándola a los ojos, con un gesto serio, apreté su mano con suavidad, mientras me preparaba para formularle mi pregunta.

-¿Crees que estaría mejor sin Ikaranai a mi lado?-pregunté con seriedad-. Sabes con exactitud que eres mi hermana y que, te haré caso o al menos pensaré sobre tu opinión, porque es importante para mi, y que tus palabras significan en ocasiones más que las de los amos, pero no quiero que tu respuesta la hagas a la ligera, y que no pienses solamente en ti, si no tambien en los demás.
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MensajeTema: Re: Tenemos que hablar [Jane]   Tenemos que hablar [Jane] Icon_minitimeJue Mayo 20, 2010 8:13 pm

Parecía poder apreciar el calor inexistente que me transmitía la palma de la mano de él. Con un simple roce que amenazaba con amainar la tempestad que comenzaba a formarse en mi interior.
Notas metálicas no tardaron en agolparse en mi mente como si se tratara de un sueño totalmente inerte pero que yo, paradójicamente, traspasaba con mucha vitalidad. Un alma repartida en dos cuerpecillos infantiles, una sonrisa pícara y otra somnolienta se fundían en un sinfín de travesuras. Bailaban en el patio de su humilde hogar, la chica con una corona de flores en la cabeza y él con un distinguido colgante de cedro. Parecían ser las fiestas del lugar y ellos lo celebraban a su manera, con los ojos de uno permaneciendo intactos en los del otro. Un límpido cristal fragmentado en sendas mitades.

Su baile era observado por una faz casi tan angélica como la de la pequeña, que los miraba con lágrimas en los ojos y apretaba fuerte los puños hasta el punto de llegar a doler. Un padre ausente y dos niños con extraños dones a su cargo, ¿Qué podía hacer? Fue el momento en el que comenzaron aquellas sonrisas falsas y sin cariño alguno. Las que Alec sentía…las que yo también.

El recuerdo se fue tan fugaz como vino y su lugar fue reemplazado quizás por uno más alejado a lo que éramos actualmente. Esa niña, ese niño…subidos en una especie de barquita, navegando tranquilos por el río mientras contaban las piedras que habían ido recogiendo por el camino. “Jane,¿Tú aceptas que nadie nos quiere, verdad?” “No hace falta que lo hagan, te tengo a mi lado.” “Para siempre.” “Para siempre.”. Sus miradas se entrecruzaron por enésima vez, centelleando a la par con un deje oscuro a la vez que pueril. Maquiavélica inocencia que los llevaría hacia su aparente perdición.

El cabello comenzó a pasearse liviano junto al viento, en una danza sin aparente comienzo ni tampoco final, acentuando mis facciones marmóreas y angelicales, las que desde un principio habían atraído a muchos. Malvada, orgullosa; eterna y enfermizamente hermosa. Nunca nadie se había opuesto a tal descripción. Y en el fondo, yo complementaba el don de mi hermano y él evitaba el mío con el suyo propio. Quise ver más allá de su semblante impoluto; ojalá hubiera podido hacer que aquel molesto viento se detuviese.

Hasta el momento, había creído que me comprendía. Pero no era cierto. ¿A caso la mitad de tu alma puede no hacerlo? Éramos la prueba eterna e irrevocable. “En absoluto, hermano.” Pensé y se lo transmití con la mirada para no detener su aparente discurso. No, no pasaba por nosotros como por cualquier mediocre humano, a nosotros nos hacía reflexionar con profundidad y cada vez ir dependiendo menos de las relaciones superfluas. Al menos en mi caso. Nada más terminar con dicho tema, me insté a rebatir lo que me cuestionaba.

-No. Todo es muy distinto y no solo por el pigmento que presenta tu mirada y por ende, la mía. No es su luz.-le detuve sin titubear un poco tan siquiera en tal argumento. No era la manera en sí si no, el sentimiento que había tras ella.-Es como si ya no pudiera mostrarte nada nuevo. Como si hubiera sido juzgada en tu mente y me hubieses etiquetado de problema, de que no puedo aportarle nada a tu vida actual. Y sí, nunca podré hacerlo si tú no me dejas.-agregué, inmutable y con aire sosegado mientras me pensaba una de mis innumerables ideas, descabelladas como acostumbraba a ser en mí. Pero no por esa vez, alargué la mano hacia su cuello y posé las yemas de mis dedos sobre el lugar donde debería de reposar el hermoso collar de cedro que una vez le hube regalado, justo en el centro.-Somos dos partes de un todo. Nos conocemos profundamente y al unísono somos unos completos desconocidos. ¿No lo entiendes?.-odiaba tanta parafernalia, tanta palabrería y todo lo que aquello me hacía decir. Y eso que no me estaba andando para nada por las ramas-.

Su mirada se escapó de la mía pero no quise saber a donde se dirigía. El amargo tacto de su mano seguía sobre la mía y disfrutaba de él como si volviera a actuar de bálsamo interior, apaciguando mi temperamento al menos por unos momentos. El viento volvió a azotar nuestros cabellos y sus palabras hicieron que mis ponzoñosos colmillos chirriaran con elegancia bajo la presión de mi mandíbula. No era momento de ser egocéntrica y lo sabía pero era a la naturaleza a la que pertenecía. ¿Cómo abandonar mis principios? Bueno, buscaría una manera con la que no tener que renunciar a ellos.
Sentí la leve presión que ejercieron sus falanges sobre la “frágil” palma de mi propia mano y seguí allí de pie, sin moverme ni un ápice, dispuesta a escucharle y las palabras siguientes tan sólo hicieron que la miel que había estado esperando desde hacía tiempo se posase en mis labios. No era precisamente esperanza, pero tampoco su antónimo. Así que quería conocer mi opinión objetiva sobre el asunto…no iba a fallarle, nunca lo había hecho y no comenzaría a hacerlo. Me acerqué un poco para que pudiera oírme mejor a pesar de tener un oído muy fino al ser vampiro; no me apetecía mucho hablar en alto.

-¿Mi opinión ahora sí cuenta? Bien, por qué no.-aunque la expresión tenía cierto despunte socarrón el tono de mi voz ni siquiera realizó el amago, permaneció tan monótona como hasta entonces.-Lo creo, es más, lo afirmo sin ningún cargo de conciencia.-“Si es que aún me queda de eso.” me aventuré a que circulase por mi cabeza.-Y he aquí mis razones, que poseen una única finalidad, el protegerte.-y lo dije así, como quien leía cualquier propaganda de un autobús un día de lluvia. Hacía mucho, mucho tiempo que no le decía que quería protegerle.-Es una relación superflua, con poco o ningún fundamento sólido y en la que acabarás pasándolo mal a pesar de que pienses que estás realmente enamorado de ella. No es verdad, tu minúscula parte humana intenta influenciarte para que sigas arraigado a la vida que dejaste atrás…que dejamos atrás. Y si no terminas ahora con ello, después te hará aún más daño pues has experimentado por ella un profundo cariño que no te dejará impasible cuando debas decirle que no sientes lo mismo.-desvié aquella mano hacia su cabello azabache, mientras no enredaba lentamente entre mis dedos.-Y sí, no es amor lo que sientes hermano. A pesar de que sepas de ella desde hace tiempo no es amor, lo sé. Creo que ni tú ni yo podremos experimentar algo así con alguien que conozcamos en esta vida así sin más, pues no será eterno y acabaremos aborreciendo a esa persona. ¿Que por qué lo hiciste? Muy fácil de explicar pero no tanto de comprender: Amor pasajero, cariño confuso. Es eso lo que te retiene a su vera.-seguí sin vetarme de nada, él había sido el que anhelaba mi opinión.-Porque yo sé que tú no sonríes cada mañana como si te fuera la vida en ello por ella, como si fuera el último instante que pudieras retenerla en tu ser, como si contemplaras la huella invisible que ella dejó en ti. No lo haces, ni lo harás.-se debía de estar preguntando por qué parecía saber tanto del tema pero ello no era precisamente el tema de conversación, así que evitaría cualquier pregunta referida a tal cosa.-Ella no te llena.


Y sin avisar, tampoco queriendo hacerlo por motivos sentimentales, plasmé un suave y frío beso en su mejilla, impactando el tacto de mis labios contra el de su tez; incluso me tuve que poner un poco de cuclillas. No fue por un impulso sentimental, ni tan siquiera por creerlo correcto si no porque había querido hacerlo. Así de sencillo.
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MensajeTema: Re: Tenemos que hablar [Jane]   Tenemos que hablar [Jane] Icon_minitimeVie Mayo 21, 2010 9:09 pm

La mirada de madre, se me hizo presente en la mente, al mantener la mirada con mi hermana, aquella mirada tranquilizadora, que yo había heredado de ella. Sus ojos de color chocolate, que con solo una mirada de llegaba al alma, y más profundo. Como con sus palabras te podía llegar a infundir tal confianza, que pudieras pensar que el mundo era más bueno, y que no te iba a provocar dolor alguno, cosa que era un mentira en todos los sentidos. El mundo era muy injusto, todo te causaba dolor, y aún más a dos niños, que no eran como los demás, dos niños que todos los odiaban por no ser iguales que ellos, por ser mejores que ellos en todos los sentidos…

Corría por una calle, mientras el sol alumbraba completamente la ciudad, y mientras notaba los pasos de mi hermana muy cercanos a los míos, entré por una calle con rapidez, y con una sonrisa en el rostro, por ser más rápido que ella, y poder derrotarla. Abrí la puerta de golpe, y vi el rostro de madre que estaba sentada en una silla, con el rostro entre las manos, y que se oía su llanto, mi sonrisa desapareció de mi rostro rápidamente para tornarse un gesto de preocupación. Me acerqué corriendo a ella, y entró mi hermana que se quedó parada en la puerta, observándonos. Cada vez que recuerdo el rostro de madre… Ese rostro de sufrimiento… Como levantó la cabeza y me observó con gesto de tristeza, con la mirada perdida, mientras sus ojos se llenaban nuevamente de unas gruesas lágrimas, recuerdo sus brazos alrededor de mi cuello, mientras me apretaba contra ella con dulzura, y me susurraba unas palabras al oído que jamás desaparecerían de mi mente, que siempre estarían presentes en mí…

“-Huid hijos míos… O seréis quemados cual brujo lo es cruelmente echo…”

No podía creer que aquellas palabras fueran pronunciadas por madre, que nos fueran a hacer eso, que fuéramos a ser quemados cruelmente, por ser distintos, a cuantas hogueras habíamos sido llevados a ver como a las brujas las quemaban sin piedad alguna, y en ocasiones me tapaba los ojos, por tal atrocidad, en cambio los otros niños les lanzaban piedras… Mi hermana… daba la vaga sensación de que al igual que los demás disfrutaran del sufrimiento de aquellas personas, si se las podía denominar así.

Solté a madre como quien no quiere volver a verla, por no habernos protegido, porque no haber negado que sus hijos fueran eso, como para no volver a abrazarla porque en el fondo me sentía traicionado por ella. No volví la mirada a atrás cuando cogí del brazo a mi hermana, y tiré de ella, hacia la calle con brusquedad, intentando huir del lugar en el que nuestra madre sin miramiento alguno nos había dado en bandeja al pueblo, para que nos mataran.

Retiré la mirada de sus ojos, y la volví hacia algún distante lugar del jardín, intentando sacar de mi mente aquellos pensamientos, que en el fondo me hacía sufrir y hacía que mi fría sangre ardiera más y más en escasos instantes.

Recordaba aun así la mirada de saber que lo peor iba a ocurrir mientras tiraba de su brazo, intentando encontrar un lugar seguro, aunque sabía con exactitud que moverían cielo y tierra, con tal de encontrarnos y poder matarnos con esa crueldad que quería. Como sabía que nuestro final iba a llegar, y no me dejaba convencerla de que nada nos iba a ocurrir, lo tenia como asumido, y eso hacía que algunas lágrimas brotaran de mis ojos, defenderla y cuidar de ella, es lo que tenía que hacer, no como nuestra madre que nos había dejado a las buenas de dios, dejando que sus hijos fueran asesinados de tal manera.

El viento corría entre nosotros, moviendo nuestras ropas, y que parecía que nos quería separar con toda la fuerza que poseía, pero aun así nuestras manos seguían unidas con fijeza, con cierta fuerza aunque ninguno de las dos la ejerciera sobre el otro. Ojalá el viento desapareciera, era algo que me parecía insignificante y estúpido, solo los débiles humanos querían para algo aquel gas, que para nosotros era innecesario y molesto en diversas ocasiones.

Volví la mirada hacia ella, volviendo a mantener un contacto con ella con la mirada, tanto que a los dos nos gustaba hacer aquello, ¿Cómo habíamos llegado a aquella situación? De no poder estar más de una hora sin no dirigirnos la palabra, de estar en los peores momentos juntos, sin separarnos para nada. Y ahora solo había que vernos, para saber que nuestra relación había cambiado por completo, que estaba claro que no éramos los niños aquellos, que ahora para nada éramos niños, pero… ¿porqué razón? Yo en el fondo no quería comprender, como dos hermanos de no llegar a separarse nunca, ahora no podían ni verse con diversas razones, que ya no cabía recordar.

-Con todo lo ocurrido, ¿Algo te sorprende a ti hoy en día? De ti, se pueden ver innumerables cosas buenas, pero también las cosas malas que son más notables que las otras, y dan la sensación de que son mucho más numerosas- dije, con el animo de proseguir diciéndole cosas-yo nunca… Te e colgado la medalla de ser la mala- dije con seriedad.

Escuché lo que dijo, y como posó su mano en mi cuello, y la miré con gesto de extrañeza, con aquel gesto, no sabía exactamente que es lo que se proponía hacer, pero no me importaba, ya pues el tacto de su mano me agradaba.

Sabía perfectamente que la pregunta que le había efectuado, le había dicho que no pensara solo en ella, que no fuera tan egocéntrica, que pensara en ella y en mí a la vez, para saber que era lo mejor para mí y para ella, y que no nos obligara a separarnos de nuevo, por ninguna razón.

Pero sabía con exactitud su respuesta, sacaría cualquier razón de debajo de las piedras, si hacia falta lo haría, y no me importaba mucho si me producía daño alguno, muchas veces la sinceridad, no era tan buena, y producía dolor, pero yo ya estaba acostumbrado a aquello, y no me dolerían las simples palabras de mi hermana por muy importantes que fueran para mi. Pero si que le prestaría atención a su respuesta, ya pues yo se la había pedido y ella me lo estaba diciendo.

Sus respuestas eran convincentes a la vez de egocéntricas, en cierto sentido en algunas respuesta solo las decía porque a ella, le incumbía aquello, no porque creyera que fuera lo mejor, para mí realmente.
Se acercó más a mí, querría decir su respuesta, pero en un tono más bajo, no era excesivamente que todo el mundo se tuviera que enterar de su opinión, ni de que todos supieran de qué estábamos hablando, porque no era del interés de nadie, aparte del de nosotros dos.

-Tu opinión siempre a contado, aunque tu creas lo contrario- dije serio, pensaba que ya se lo había dejado lo suficientemente claro -¿Protegerme?- pregunté-ahora resulta que me quieres proteger, hermana.- dije-no creo, que las cosas que digas sean del todo correctas, tanto que dices que me escuchas que comprendes mis cosas, que siempre estabas ahí y que me entendías, no me as escuchado ni una simple palabra, hermana, yo realmente siento algo por ella, no es muy profundo, y se que al final sufriré, pero no me importa si así puedo hacer algo realmente bueno en mi existencia, y poder hacer a alguien relativamente feliz-dije con seriedad.

Me tocó el cabello, y apreté los dientes con fuerza, me decía aquello que no era cierto, y… ¿Me tocaba el cabello? Pero bueno, no importaba me encogí de hombros, y dejé que hiciera lo que quisiera.

-Hermana… E estado con infinidad de mujeres, aunque tu no lo supieras o simplemente hicieras como si no, y nunca había sentido nada por ninguna de ellas, se que… Yo no voy a poder querer, amar, o cualquier cosa parecida, porque ya no esta en mi mentalidad, ni en mi ser poder hacer eso, pero no me importa, porque creo que realmente siento algo hacia ella, no profundo, pero si un cariño… Como tu bien has dicho, y quizás si sea amor pasajero, y creo que lo más seguro es que se trate de eso, para ser más exactos- conteste -pero no puedo hacer nada por cambiar, no quiero herirla más, porque con mi neutro comportamiento con ella, ya creo que tiene suficiente, pero aun así sigue conmigo, aunque sabe que no… Que no se lo que siento por ella.

Me gustaba saber su opinión, y la verdad es que me llamaba mucho la atención, sobre todo porque me importaba en lo más profundo de mi ser.

-Lose… No me llena y no se… Que hacer realmente- dije bajando la mirada por primera vez en su presencia, y que no pensaba volver a hacer nunca más.

Me dio un beso en la mejilla, que fue como una descarga eléctrica, que recorrió mi cuerpo por completo. Me pareció la mar de extraño como estaba actuando aquella noche, estaba haciendo cosas que solo las había efectuando cuando éramos unos niños humanos e insignificantes.
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MensajeTema: Re: Tenemos que hablar [Jane]   Tenemos que hablar [Jane] Icon_minitimeSáb Mayo 22, 2010 10:47 am

Quién esté libre de todo pecado que tire la primera piedra, era lo que siempre había dicho el sacristán de nuestra humilde localidad. Entonces, ¿Por qué nos habían hecho aquello si ellos pecaban como el que más? La última vez que ví a mi supuesta madre fue abrazando a mi hermano, con el que guardaba un parecido casi asombroso. La única diferencia es que la mirada de mi hermano siempre había servido para entender lo que le ocurría y la de mi madre, había estado hasta el último momento, llena de secretos y engaños.
Recordaba el olor a ciruelas que desprendía su vestimenta por la primavera, cuando nos llevaba al campo a disfrutar del día o jugaba con nosotros al escondite. Oh, a ella nunca le había gustado que sólo le sonriera a mi hermano.
En ese instante fui yo la que volví a apretar tenuemente la mano de él, separándome de su mejilla y volviendo a la posición altanera en la que siempre pensaba encontrarme, sin excepción.

Flor marchita de juventud eterna. Luz oscura del cruel destino. ¿Quién dice que la tristeza es un solo sentimiento? Calles empedradas se instalaron en mi memoria cuales golpes de frío martillo. Lo tenía asumido desde mucho antes que Alec, sabía lo que iba a ocurrirnos hiciésemos lo que hiciésemos. Sólo intenté disfrutar un poco de mi corta existencia mundana.
Y a esa deidad a la que todos veneraban…enjundias le dedicaba yo. Esa que decían que era benevolente y protector…farsante y engañador.
Mientras bajaba tal calle rumbo a la perdicción, observando cómo los cabellos de él se mecían con la suave brisa otoñal, supe que me llevaría tiempo volver a verle así de desorientado. Y ese tiempo había cesado hoy.

Ya no era yo la que corría tras él, fatigada por su incesante paso. Ya no era la que fijaba su mirada en la nada tan sólo para aislarse del cruel y banal mundo. “Ya no sirve de nada correr. Nos encontrarán.” “Ten fe.” “Nací sin ella, hermano.” Y así comenzó nuestro pequeño y amargo fin.
Aun así tenía miedo a la muerte, él lo notaba y podía sentir cómo se le crispaban los nervios de pura impotencia. Quise entregarme, hacer que le dejasen en paz para que pudiera vivir, al menos él, pero me retuvo a su lado con un gesto que no daba posibilidad de réplica. “Ahora no te separes de mí. No sería justo.” Nuestras miradas opalinas se entrecruzaron en un choque feroz de sensaciones y deseos que ya no se cumplirían. Encontrar el amor, vivir a su aire…eran cosas que él siempre había tenido en mente. ¿Yo? Vivir a su lado era suficiente para mí; las ilusiones hacía ya que no me importaban.

A fin de cuentas sólo era mi opinión, al menos para él. Por mucho que se empeñase en sacarle connotaciones puramente egocéntricas…no las había. Esa vez no.
El viento golpeaba con más ímpetu aún mi enjuta forma, aclarando mis facciones aniñadas que jamás cambiarían. Estaba condenada a vagar impertérrita a través del tiempo, sin mutar ni un solo pedazo de mí ser. Nadar sabe mi llama el agua fría, y perder el respeto a ley severa.

Mi mirada vagó por el lugar sin ninguna causa aparente, retirando la mano de su cuello con sigilo, como si me lo pensara dos veces; y así era. Me venía a la mente el vaivén de mi cabeza sobre su pecho, los días de primavera en que nos perdíamos por el bosque y parábamos a descansar después de una larga y ardua carrera. Yo me apoyaba en su pecho, seria, mientras él observaba las nubes sin inmutarse tan siquiera. El latir de su corazón y la suave temperatura muchas de las veces me habían ayudado a conciliar el sueño en esos momentos, cosa que se agradecía debido al insomnio crónico que padecía desde bien pequeña.

El carácter serio de mi vida eterna volvió a mí y le escuché sin rebatir nada más por no interrumpirle que por no tener nada que rebatir. Bajó la mirada, aceptando al igual que yo anteriormente que, aunque doliese, aún quedaba aquella espinita clavada de humanidad en nuestro cuerpo. Ser ceniza tendría sentido para mí en tal momento, dejar de existir por un efímero instante. Tan sólo para saber lo que se siente realmente al morir.

El reloj de la plaza se hizo notar a lo lejos, como un vago recuerdo de lo que un día fue. Sonaba tan metálico…tan sangriento que parecía una melodía compuesta con propia sangre. Me mordí el labio inferior, ligera, tan sólo una décima de segundo para dejar que el líquido ponzoñoso que viajaba por mis dejadas venas. ¿Deidad? La única deidad que veía por allí era a mi persona y no por ello próxima a la perfección. Tan sólo era cuatro letras, cuatro letras que normalmente se pronunciaban con profundo temor y que sonaban como verdaderas súplicas agónicas por parte de los inmortales a los que torturaba. ¿Por qué lo hacía? No hay razón de más peso que la que yo tenía: Porque quería.

Brotó de mis carnosos labios, continuó por mi tez marmórea y se aventuró en perecer sobre la alfombra de verde prado que había bajo nuestros pies. Pronto se cerraría la herida, pero me bastaba aquello para mantenerme en la realidad, al menos por un minuto, un instante más. Todo era oscuridad en mi vida y me agradaba que siguiese siendo así por y para siempre. Un juramento insondable que me hacía a mí misma.

-Nadie tiene el poder de obligarte salvo tú mismo.-dediqué con aire aparente de senectud, como si mi lozano cuerpo de niña experimentase lo único que no era remediable para los humanos: el envejecer.-El tiempo nada cura, el tiempo nada hace si no queremos que haga. El tiempo…es una forma absurda de definir un instante.-parecía no pensar mis palabras; cuan muñeca de porcelana condenada al olvido, víctima de un crimen nunca cometido-.

La sangre dejó de brotar de mis labios, ocasionando por un breve espacio de tiempo el refulgir de mis lúgubres luceros, que habían dejado de brillar antes de venir al mundo. ¿Renacer? Quizás antes de todo esto aún no había nacido. Cerrar podrá mis ojos la postrera, sombra que me llevare el blanco día…sin más.

Y yo miraba hacia atrás para encontrar algo en tu mirada que me instara a seguir con aquello, por seguir mi vida a pesar de que no os hiciese ningún bien a madre y a ti. Porque quizás, en el fondo, siempre me aferré más a la vida que lo que realmente consentía. Vivo en muerte era mucho peor que estar muerto en vida…la luz tenue de lo antagónico era la que había iluminado mi fúnebre estrella.

Volví a tornar mi mirada hacia él y supe que no era por el cariño que le guardaba a Ikaranai por lo que no la dejaba, si no por sus hijos. A ellos sí que les amaba, como a nada en este mundo. No me recordaba a madre, no me recordaba a nosotros…ellos eran unos simples críos que nada sabían del dolor. Y probablemente su padre se encargase de que así fuera para toda la eternidad. Eternidad; una palabra infinitamente larga…me aburría.

Torcí una sonrisa agria que luego fue acompañada por una sutil y vacía carcajada de aguda sonoridad. La nota perdida de una caja de música polvorienta y hecha añicos en algún lugar de mi habitación. El mismo retrato del dolor que habitaba en mi ser, consumiéndome con endemoniada parsimonia sin que yo quisiera ponerle remedio u oponer resistencia. Había aprendido que era algo aparte en su vida; un adictivo problema. Quizás a mí tampoco me quisiera y no tenía el valor de decirme que tan sólo me guardaba cariño…como madre. Pero no, la única esperanza que albergaba en mi ser es que Alec no se pareciese a ella; si lo hacía, todo en lo que había creído hasta entonces se desmoronaría. Pero…¿A quién le importaba? Ni siquiera a mí.

-¿Quieres probar a morir esta vez?.-cité al que una vez fue quien asió firmemente mis pequeñas muñecas al tronco central de la hoguera, quien me observaba con una sonrisa de oreja a oreja. Con otra le respondí yo, más sarcástica que el propio término. Aceptaba que no hice nada por salvar mi vida pero sí por la de él; porque en el fondo había una gran diferencia entre él y yo: Que a Alec le agradaba vivir. Había permanecido vivo por todos estos años mientras que su hermana Jane había nacido muerta. Dos partes opuestas y sinónimas de un todo.-Me agradaría haberlo probado, quizás no fuera tan distinto a como era antes…-puntualicé mientras seguía observándole impasible, sin ninguna intención de respuesta por su parte. A pesar de que no lo pensase, yo siempre le escuchaba-.


Y volví a sonreír de lado, sin ningún móvil, irónica. No había nada por lo que estar contento, ¿O sí? La tristeza reinaba en mí, el miedo se apoderaba de los demás y el caos que lucía todo el conjunto me hacía sentir en paz. Aferraba aquello que los demás catalogaban de negativo, porque ese era mi don, asirme al dolor, convivir con él.
No, no me refería a las ilusiones que con facilidad y elegancia era capaz de crear, si no por la destreza que me había sido otorgada para soportar una fortísima agonía interna que se acumulaba en mis entrañas cada vez más, contaminando mi ser, envenenando mis miradas…era la niña del Infierno. Quería serlo.

Porque yo me había obligado a mi misma a ejercer tal trabajo, el penar bajo un cuerpo de niña permanente para condenar a los infieles al linaje al Infierno; para que se consumiesen entre las llamas de la desesperación.

-No importa, estoy muerta de cualquier manera.
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